Carlos Sánchez Berzaín entrevistado por Patricia Poleo: China es una dictadura esclavista que sostiene su competitividad internacional gracias a la explotación laboral, sin derechos ni salarios dignos. Esta realidad es maquillada mediante narrativas políticas que buscan presentar regímenes autoritarios como si fueran democracias funcionales, con partidos políticos y sindicatos falsos. En el caso venezolano, no existen condiciones laborales reales ya que cualquier disidencia es castigada con represión o desaparición.
Lo que ocurre en Venezuela no es más que una puesta en escena promovida por el socialismo del siglo XXI, una estructura criminal transnacional liderada por los Castro, Chávez y sus sucesores, que ha penetrado América Latina mediante estrategias como el terrorismo de Estado, la migración forzada, el narcotráfico, y la manipulación política. Esta estructura ha saboteado sistemáticamente las democracias de la región desde los años 2000, a través de derrocamientos, persecuciones judiciales y asesinatos políticos.
El atentado contra el precandidato presidencial colombiano Miguel Uribe es parte de esta misma lógica de violencia política. Los beneficiarios de estos crímenes son los regímenes del socialismo del siglo XXI, como los de Petro en Colombia, Maduro en Venezuela y sus aliados regionales. No se debe permitir la impunidad que rodea estos crímenes y se debe identificar a los autores intelectuales, no solo a los sicarios.
El kirchnerismo en Argentina es uno de los pilares de este sistema criminal, donde se persiguió a militares que lucharon contra el terrorismo en los años 70, y se utilizó el aparato judicial para desmontar instituciones democráticas. No obstante, la reciente condena a Cristina Kirchner es vista como una señal de que la impunidad no es absoluta y que aún existe resistencia institucional en algunos países.
El régimen venezolano está en su fase terminal, siendo insostenible en términos económicos, sociales y de reconocimiento internacional. No se trata de una dictadura clásica, sino de una ocupación criminal armada, y su derrota solo puede ser consolidada mediante una resistencia civil activa, internacionalmente respaldada y libre de narrativas complacientes, de corrección política, que lo único que hacen es encubrir el crimen organizado bajo el ropaje de la política.