Carlos Sánchez Berzaín entrevistado por Edwin Castro Poma y Alejandra Camila Mendoza en «Contraparte Bolivia»: Dictadura electoral y simulación de confrontación en Bolivia: El proceso electoral que Bolivia enfrenta con miras al 17 de agosto de 2025 no puede analizarse de manera aislada, sin considerar el contexto dictatorial en el que se desarrolla. El país, bajo el dominio de Evo Morales desde 2003, ha sido despojado progresivamente de su sistema democrático. Hoy Bolivia carece de Estado de derecho, mantiene cerca de 320 presos políticos y más de 10.000 exiliados, sin independencia judicial ni garantías constitucionales mínimas. La Constitución ha sido sustituida por un régimen plurinacional autoritario que, lejos de respetar los principios de la Carta Democrática Interamericana —vigente desde 2001—, los viola sistemáticamente, convirtiendo al país en un narcoestado subordinado a los intereses geopolíticos de Cuba, Venezuela, Rusia y China.
El retorno de Evo Morales tras su exilio en Argentina fue orquestado por el actual presidente Luis Arce, su exministro de Economía, quien le garantizó impunidad al eliminar mediante manipulación judicial todas las causas por narcotráfico, corrupción y delitos sexuales que lo acechaban. Sin embargo, la dupla Morales-Arce ha entrado en una confrontación interna que, lejos de ser ideológica o por responsabilidad de la crisis económica, se basa en una pugna por el control de negocios ilícitos: las aduanas, el contrabando, el lavado de dinero, y la cadena de producción y exportación de cocaína. La lucha no es por el bienestar del país, sino por quién monopoliza los beneficios de un sistema criminal.
A pesar de su aparente enemistad, los hechos muestran que esta disputa es una simulación. Si fuera real, Arce ya habría ordenado el arresto de Morales, como hizo con otros opositores, mientras que Morales habría derrocado a Arce en las calles. Sin embargo, ambos mantienen el equilibrio, ya que comparten la estructura delictiva que sostiene al régimen. Esta “confrontación” sirve para distraer al pueblo, bloquear el país y preparar el terreno para imponer un candidato único —ya sea el propio Morales o Andrónico Rodríguez— en unas elecciones completamente viciadas, sin transparencia ni competencia real, propias de una dictadura electoralista.
Lo que se avecina no es una elección libre, sino una puesta en escena dirigida por un régimen de crimen organizado transnacional. Bajo el control operativo del G2 cubano, Bolivia se enfrenta a una farsa electoral en la que la oposición ha sido dividida y el aparato estatal está al servicio de la perpetuación del poder. Solo un quiebre real entre Morales y Arce, con consecuencias concretas como encarcelamiento del uno o derrocamiento del otro, permitiría hablar de una fractura genuina. De lo contrario, todo apunta a que el 17 de agosto será solo otra fecha más en el calendario de una dictadura que simula democracia mientras consolida su dominio autoritario.