Carlos Sánchez Berzaín entrevistado por Gabriela Arce Parada en «Monumental FM»: Bolivia, carece de los elementos esenciales de la democracia. Aunque el país firmó la Carta Democrática Interamericana, su aplicación no se cumple. Los derechos fundamentales no son respetados, el acceso al poder está controlado por un sistema que concentra el poder judicial y subordina todas las instituciones al régimen. La independencia del poder judicial se ha desmantelado, y el aparato estatal está completamente al servicio de un régimen que protege a sus líderes de las acusaciones de corrupción y violaciones a los derechos humanos, mientras persigue a aquellos que se oponen. La situación electoral en Bolivia refleja una manipulación del sistema democrático. El control del padrón electoral, las irregularidades en los procesos de votación, y la falta de una verdadera oposición funcional han creado un escenario donde las elecciones no ofrecen una opción real de cambio. El fraude electoral está asegurado por un sistema que no permite la libre competencia y donde el régimen tiene control total sobre las instituciones clave. La democracia es una farsa, y el pueblo se ve atrapado en una simulación de elecciones donde las verdaderas decisiones políticas están predeterminadas. La situación se agrava con la intervención de actores externos, como el régimen cubano y el chavismo, que han establecido una red de apoyo para mantener el poder. Bolivia se ha convertido en un satélite de este sistema de dictaduras, donde los intereses económicos y la corrupción se han entrelazado. Los líderes del régimen, como Evo Morales, han utilizado el control del Estado para enriquecerse y mantener su poder, mientras que las denuncias de narcotráfico y crímenes de lesa humanidad quedan impunes. Finalmente, la oposición en Bolivia se presenta como funcional al régimen. Aunque existen candidatos que pretenden desafiar al gobierno, ninguno propone una ruptura real con el sistema dictatorial. La falta de propuestas claras para restaurar el Estado de derecho y garantizar la libertad política muestra que el país sigue atrapado en un ciclo de impunidad y control dictatorial. Bolivia, bajo este sistema, parece estar condenada a una perpetuidad del régimen, con una democracia que solo existe en el papel, pero no en la práctica.