Carlos Sánchez Berzaín entrevistado por Carola y Lenin Artieda: En el siglo XXI, Ecuador ha sido escenario de una de las confrontaciones más profundas en América Latina, donde la lucha por la democracia se ha enfrentado a los intereses de dictaduras extranjeras. Durante más de diez años, el país estuvo bajo el control de un régimen similar al de otras dictaduras de la región, como Venezuela, Cuba y Bolivia. Este sistema, conocido como el “socialismo del siglo XXI”, se caracteriza por una estructura de poder que favorece el crimen organizado transnacional, con vínculos estrechos con el narcotráfico y la violación de los derechos humanos.
El gobierno de Rafael Correa fue el principal exponente de este modelo, donde la persecución política, la concentración del poder y la violación de la libertad de prensa fueron algunas de las características más destacadas. Sin embargo, el pueblo ecuatoriano, harto de la corrupción y la impunidad, eligió un camino hacia la democracia con la elección de Lenin Moreno, quien comenzó un proceso de transición para desmontar las estructuras autoritarias que aún dominaban el país. Tras su mandato, Guillermo Lasso continuó con esta lucha, enfrentando enormes desafíos derivados de los ataques de Correa y su movimiento político.
El desafío de Ecuador no solo se ha centrado en la transición hacia una democracia plena, sino en la urgencia de desmantelar las disposiciones legales que aún persisten del correísmo. A pesar de la esperanza que ha generado este proceso, el país todavía enfrenta el peso de las estructuras ilegales que fueron impuestas durante la era de Correa. Por ello, la tarea del presidente actual, Daniel Noboa, es clara: debe terminar con la impunidad que aún prevalece y asegurar que los responsables de crímenes enfrenten la justicia.
En este contexto, la narrativa del «progresismo» utilizada por los regímenes autoritarios como el de Venezuela o Cuba, ha sido una fachada para encubrir sus crímenes. No es progresismo tener presos políticos, ni es aceptable que se manipulen las elecciones o que se ataque la libertad de prensa, tal como ocurrió en el gobierno de Correa. Esta retórica ha servido para disfrazar las atrocidades cometidas por estos gobiernos, que no solo han consolidado el poder a través de la corrupción, sino que han hecho de la impunidad su principal aliado.
El regreso de figuras vinculadas al correísmo al poder, es una clara señal de la intención de reinstalar el sistema autoritario en Ecuador. Para evitarlo, el país debe evitar que los grupos criminales que operan desde el poder sigan influyendo en la política nacional. Esto plantea un desafío fundamental: ¿cómo mantener la democracia si los actores políticos no respetan las reglas del juego? Es esencial que Ecuador recupere la legalidad republicana y democrática, impidiendo la participación de aquellos que están involucrados en actividades ilícitas y protegen sus propios intereses.
En este proceso de recuperación de la democracia fue asesinado Fernando Villavicencio. Villavicencio, un periodista y candidato presidencial, era un firme opositor a los intereses del correísmo y el socialismo del siglo XXI. El asesinato de Villavicencio, revela la urgencia de erradicar la corrupción y la violencia que siguen operando en el país.
Ecuador ha demostrado una gran resiliencia frente a los intentos de reinstalar un régimen afín a las dictaduras del socialismo del siglo 21. El pueblo ecuatoriano ha tomado conciencia de lo que está en juego y ha mostrado su compromiso con la democracia. Sin embargo, la lucha continúa, y el futuro del país dependerá de la capacidad de sus líderes para garantizar que la justicia prevalezca y que la democracia, finalmente, sea restaurada en su plenitud. La tarea no es sencilla, pero Ecuador tiene la oportunidad de sentar las bases para un futuro libre de impunidad y dictaduras transnacionales.