Brasil y la importancia de tener democracia

Carlos Sánchez Berzaín
15 de mayo de 2016

Dilma Rousseff: 'Do I look happy, Mr Obama?'(Diario Las Américas) El procedimiento de impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff en el contexto de la grave crisis económica, social y política de Brasil, marcada por un desempleo de más del 10% y corrupción transnacional en altas esferas políticas y empresariales, demuestra la importancia de la existencia y funcionamiento de las “libertades fundamentales”, del “estado de derecho”, de la “prensa libre”, de la “separación e independencia de los poderes públicos”.  Mas allá de interesadas opiniones que buscan la impunidad, Brasil está dando muestra de la fortaleza de su institucionalidad, con una lección a la región y al mundo, de lo importante que es  tener democracia.

El término “impeachment” proviene del derecho anglosajón y sus interpretaciones más aceptadas en español son “acusación pública”, “impugnación” o “juicio político”. Su concepto existe en las constituciones y legislaciones de varios países del hemisferio, como juicio de responsabilidades y es el mecanismo instituido por los sistemas democráticos para separar del poder a un presidente o jefe de estado en ejercicio, por la comisión de delitos establecidos en cada legislación. En Brasil,  el impeachment está instituido con su nombre original en inglés y es “un procedimiento de la democracia” por el que cualquier ciudadano tiene el derecho de acusar a un presidente de un “delito de responsabilidad”.

El impeachment como derecho ciudadano, es solo una parte normal y regular de la democracia y de su elemento esencial el “estado de derecho”, por el que la sociedad está regida por leyes y ningún individuo puede poner ni su voluntad ni sus acciones por encima de la ley.  El cumplimiento de la ley es obligatorio para todos los ciudadanos, sin exclusiones ni privilegios. El estado de derecho es la “limitación del poder por la ley” y tiene su expresión en múltiples instituciones del sistema como la división e independencia de los órganos del poder público, la limitación a la permanencia en el poder evitando que sea indefinida, la obligación de rendición de cuentas y la responsabilidad por la gestión pública.  Es en el estado de derecho, donde encontramos el fundamento estructural de la democracia contra la impunidad.

El impeachment en Brasil tiene un procedimiento de ocho etapas, destinado a garantizar el derecho de defensa del presidente que sea demandado; adicionalmente exige sucesivas votaciones por mayorías calificadas y por dos tercios de votos en las comisiones y en los plenos de las cámaras de diputados y senadores.  En este marco, Dilma Rousseff fue acusada de haber cometido “delito de responsabilidad fiscal” sobre la base de que “el Tribunal de Cuentas reprobó los balances de 2014 presentados por el Gobierno”.  Se trata de falsedad (material e ideológica) en las cuentas publicas, que no son delitos menores, pues si un ciudadano, un empresario o un banquero realizan algo similar su destino seguro es la cárcel, ya que el asunto tiene que ver con la fe pública y con documentos públicos.

El pedido de impeachment contra la presidenta Rousseff fue aceptado el 2 de diciembre de 2015 por el presidente de la Cámara de diputados y desde entonces corre trámite, que ha garantizado sesiones plenarias para la defensa, que ha requerido mayoría de votos en la comisión de diputados, otra mayoría en el pleno, dos tercios de votos en el pleno de diputados  y que ha llevado al Senado –por mas de dos tercios de votos aunque solo necesitaba mayoría- a suspenderla de sus funciones hasta por 180 días.  Queda por resolver si la Presidenta tiene responsabilidad, lo que requerirá dos tercios de votos en el Senado para separarla definitivamente de sus funciones.

Esto es democracia.  Esto es lo que no existe en Venezuela, lo que no hay en Cuba, ni en Ecuador, ni en Bolivia, ni en Nicaragua.  Un procedimiento normado y establecido por ley, que permite el ejercicio del derecho de acusar a un gobernante por violaciones previamente establecidas, para separarlo de su cargo.  Se trata de algo simplemente imposible en los países sin democracia, precisamente porque el impeachment o juicio de responsabilidades es un medio de la democracia frente a la violación de la ley y/o el abuso del poder.  En las dictaduras del socialismo del siglo XXI no hay libertades fundamentales, no hay estado de derecho, no existe división e independencia de los poderes públicos, no hay libertad de prensa, no hay posibilidad de hacer oposición con libertad, hay presos y exiliados políticos, no hay responsabilidad alguna de los gobernantes que actúan como dueños… entonces cómo puede haber impeachment!?? Cómo puede gustarles el impeachment a los dictadores?

Por eso, los efectos del impeachment, el funcionamiento de  la democracia en Brasil, son funestos para Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, cuyos jefes tratan de descalificar una institucionalidad que han destrozado en sus países, para permanecer indefinidamente en el poder.  Brasil pone en evidencia a Castro, Maduro, Correa, Morales y Ortega, mostrando como procede un país con democracia, cosa imposible en las dictaduras socialistas del siglo XXI.  Pero tal vez lo peor para los jefes de Gobierno no democráticos, sea el miedo a lo que viene con el destape de la corrupción transnacional organizada en torno al “Foro de San Pablo”, cuyos alcances y naturaleza se sospechan pero están aún por verse, al desaparecer la protección y complicidad con que contaron.

Se trata solamente de la importancia de tener democracia.