Guatemala lucha por la democracia

Carlos Sánchez Berzaín
09 de septiembre de 2015

guatemala1(Diario Las Américas) Guatemala acaba de demostrar que los pueblos detestan la corrupción porque son víctimas de ella, que son capaces de movilizarse al margen de ideologías en reclamo de sus derechos, y que el cambio consiste en democracia. La masiva concurrencia a votar en medio de la crisis política de corrupción, es señal de que Guatemala lucha por la democracia. Es una nueva etapa que muestra el camino respecto al futuro de los regímenes mas corruptos de la región que son los no democráticos, los del socialismo del siglo XXI.

En el último año de Gobierno del presidente de Guatemala Otto Pérez Molina, el Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) presentaron el 16 de abril de 2015 el llamado Caso de la Línea, una investigación para desmantelar una red de defraudación aduanera, que acusa a importadores por contrabando con tramitadores aduaneros para evadir el pago real de impuestos; los importadores recibían un número telefónico conocido como “la línea” para realizar el contacto y las acciones ilegales. Las pesquisas se iniciaron en mayo de 2014 y alcanzaban a la Superintendencia de Administración Tributaria, involucrando a una “estructura superior externa” que en ese momento llegaba hasta el Secretario Privado de la Vicepresidencia. No tardó en incriminar a la Vice Presidenta que renunció, fue procesada y detenida, y luego al presidente de la República quien también renunció y esta preso.

Después de conocido el “caso de la línea”, se produjo el 25 de abril la primera manifestación multitudinaria en la Plaza de la Constitución con el pueblo protestando contra la corrupción, pidiendo la renuncia del presidente y la vice presidenta, expresando una protesta general contra los políticos guatemaltecos. Las movilizaciones continuaron, creció la indignación; las redes sociales jugaron un rol esencial y renunció el presidente de la República. En esta situación no era previsible una masiva asisten asistencia a votar en las elecciones del 6 de septiembre, pero se produjo –tal vez- la participación más alta.

El “índice de democracia” de The Economist, puso a Guatemala en el grupo de los “regímenes híbridos”, que no pueden denominarse democracias, junto con Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Características de estos “híbridos” son que “la corrupción está extendida y el imperio de la ley es débil, como la sociedad civil”, que “abundan el acoso y la presión sobre los periodistas y el sistema judicial no es independiente”. La masiva concurrencia a votar del pueblo guatemalteco es el primer paso para cambiar esas condiciones y el nuevo gobierno tiene la responsabilidad de concretarlas.

Respecto a la corrupción, la diferencia entre los gobiernos democráticos y los que no lo son, es la democracia misma. La democracia tiene mecanismos de control, denuncia, investigación y sanción; por la división e independencia de poderes deben existir jueces imparciales, no hay garantía de impunidad; quienes investigan la corrupción no son dependientes del régimen; existe libertad de prensa para que la opinión pública sea libre. Esto es lo que no hay en los países sin democracia, y la razón por la que -pese a la condición de “régimen híbrido”- lo que sucede es posible en Guatemala, es la existencia de la CICIG que abrió el espacio necesario para investigar y dar información adecuada a los guatemaltecos.

Los casos de corrupción en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua son muchos y han creado un sistema de impunidad que es común a los estados del Socialismo del Siglo XXI. Existen denuncias y pruebas de corrupción al más alto nivel en narcotráfico, créditos no registrados, compras con sobreprecios, desfalcos, apropiaciones indebidas, daño económico al Estado, uso indebido de bienes del Estado, uso de información privilegiada, contratos lesivos, malversaciones, extorsiones para apropiarse de medios de comunicación y empresas, enriquecimiento sin causa y obviamente contrabando y aduanas…muchos confesados por los culpables acostumbrados a “actuar en vía de excepción” a título de “revolución”. Todos probados por la indisimulable condición de “nuevos ricos” de los gobernantes, sus familiares y entornos. Frente a esto el “caso de la línea” en Guatemala parecería de aficionados.

La lucha contra la corrupción es lucha por la democracia porque democracia es libertad, estado de derecho, previsibilidad, rendición de cuentas, libertad de prensa y opinión pública. Guatemala es el primer paso, los pueblos de las Américas dirán quien sigue.